Conocí el trabajo de Mark Rothko por un libro sobre el pintor Wassily Kandisnky (uno de mis favoritos), al final de aquella publicación venía la fotografía de una pintura Sin Título, cuyo autor era el propio Rothko. En cuanto la vi supuse que era un atardecer. Verla me causó muchas sensaciones, me transportó hacia momentos vividos, situaciones agradables. Es impresionante lo que unas cuantas manchas pueden lograr.
Hoy en día, con lo ambiguas que son las definiciones de arte y la proliferación de un montón de basura artística, resulta difícil distinguir entre artistas genuinos de aquellos que solamente hacen mofa de su público. Pareciera que es muy sencillo manchar un lienzo para hacer una obra artística, pero eso requiere talento y sensibilidad.
Es probable que pocas personas se sientan atraídas por ese cuadro, pero a los que si nos gusta, es porque entramos en la misma frecuencia del pintor, después de todo para Rothko era importante pintar lo que se siente. Esos son algunos de los misterios del arte, que hacen de tal actividad algo mágico.
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